En estos días de confinamiento, y aunque algunos aún
trabajemos de forma más o menos normal, los fines de semana, como mínimo,
sirven para estar en casa y aprovechar el tiempo en ocuparnos de asuntos a los que,
quizá, a veces no les prestamos suficiente atención.
Este último domingo lo ocupé montando un motor antiguo que
rondaba por casa y que hace un tiempo decidí restaurar. Entre piezas y
herramientas, me dio por pensar en el trascurso de la campaña futbolística que
hemos vivido, y que aún, para bien o para mal, estamos viviendo. Y me dio por
pensar en ello tras un comentario del director de este portal de información
perica. Me preguntó “Dani, ¿pero tú cuántos kilómetros llevas esta temporada?”
Y yo no supe qué contestarle…
La 2019/2020 empezó temprano, y con una ilusión tremenda. El
hecho de poder disputar la fase previa de la UEFA Europa League hizo que el
Espanyol se viera las caras con tres equipos antes de materializar su
clasificación para la fase de grupos. El Stjarnan islandés, el Luzern suizo y
el Zorya Luhansk ucraniano. Excepto el primer desplazamiento, que fue a
Islandia, y que no pude hacer, el resto de viajes los pude combinar bien con el
trabajo. Así, viajé a suiza con mis padres, y más tarde a Zaporizhya en una
delegación de cinco seguidores medio locos que nos desplazamos en el chárter
oficial del club. “Los cinco de Zaporizhia” nos llamábamos. Con ello, la Liga
ya había empezado, y Xavi y Remigi, presidentes de la PBB La Garriga y la PBB
Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant, me enrollaron para acercarnos a Vitoria y
presenciar el Alavés-Espanyol en Mendizorrotza.
Más adelante, entrelazando UEFA, Liga y Copa del Rey, vinieron los desplazamientos a Rusia (¡viva el vodka!), Mallorca (qué rematadamente mal…), Bulgaria (ver para creer), Levante (¡victoria!), Hungría (la racha europea), Lleida (qué simpatía nos tienen…), Leganés (otra vez: qué rematadamente mal…), San Sebastián de los Reyes (llegó RDT), Villarreal (¡sí se puede!), Granada (un palo ardiendo), Sevilla (algo de luz al final del túnel…) y Wolverhampton (se veía venir).
Grosso modo, y contestando a la pregunta en cuestión, he
recorrido unos 40.000km en estos dieciséis desplazamientos. He hecho algunos
que no tenía en mente; y otros que me apetecían, como el Wanda o el Nuevo San
Mamés, por una razón u otra han quedado en reserva para otro año.
A todo esto, no escribo estas líneas para fardar, sacar
pecho, ni para deciros a todos qué buen perico soy yo, que he viajado tanto.
No, en absoluto. Es lo último que querría que pensarais.
Esta es la primera temporada en la que he podido desplazarme
tan asiduamente, y simplemente lo he podido hacer porque tengo la suerte de
poder combinarme los viajes con el trabajo. Y no, no manejo billetes, como más
de uno ya me ha dicho. Soy un trabajador más que decidió, con el beneplácito de
la empresa, sustituir sus vacaciones de verano por desplazamientos pericos. Y
estoy, personalmente, muy contento con la decisión que tomé.
Y no me creo mejor perico que otros. He podido coincidir con
espanyolistas de pedigrí en muchos viajes, pero hay otros tantos que, con la
misma solera, desgraciadamente, por una razón u otra no han podido ver al
Espanyol ni una sola vez fuera del RCDE Stadium. ¿Y son peor pericos que yo?
No, no lo creo. Simplemente, las circunstancias son las que son. Y cada uno
tiene las suyas, que son siempre particulares. Por eso me parece de lo más
absurdo el comentario que tantas veces se lee en las redes sociales. Honor a los desplazados. ¿Honor? ¿Por
qué? ¿Debido a qué? No llego a ver, de verdad, qué mérito tiene un desplazado
frente al que le es imposible viajar y solamente puede bajar al local de su
peña a ver el partido. O incluso el que ha de quedarse en casa y lo sigue a
través de la radio. Cada uno vive el Espanyol como buenamente puede. Pagando el
carnet de socio, abonándose, siendo peñista, viajando, comprando en las
tiendas… o simplemente diciendo “Soy Perico” el lunes en el trabajo o en el
colegio. Que nos quede claro: el Espanyol somos todos.
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